domingo, abril 09, 2006

El otro Domingo de Ramos

Una realidad que duele. Fernando, como todos los días, tiene que trabajar.



Fernando tiene trece años. Desde la madrugada está sentado cerca de la Iglesia Nuestra Señora de Itatí, en la intersección de las calles Gascón y Díaz Vélez, como lo están otros chicos en esa cuadra y tantos otros por el resto de la ciudad. Son las 18:10 y está cansado, pero no se queja.

Espera a los creyentes que celebran las Pascuas para venderles unas varas de olivos y así ganar algo de dinero. Es él quien pregunta primero “¿Quiere comprar?, sale un peso...” Fernando dice que sale a cartonear todos los días, aunque con firmeza reconoce que no le gusta.

Le cuesta pensar qué va a ser cuando sea grande. Se queda sin palabras y se mira las zapatillas rotas, como si no le quedara otra alternativa.




Otras historias. Dos hermanos que tienen la suerte de ir a la escuela.



A unos pocos metros, están Jimena y Elián sentados en el frente de una parrilla con un cajón de verdulería lleno de ramitas de olivos. Las mismas que el Papa Benedicto XVI recordó “como un símbolo de paz” durante la misa de Domingo de Ramos dedicada a los jóvenes.

Los hermanos llegaron a la mañana temprano junto a su mamá, según cuentan. A esta altura ni siquiera se esfuerzan por vender. "Venimos todas las Pascuas, hace dos años y nunca vendimos tan poco", razona Jimena, que a pesar de tener poco mas de diez años ya piensa como una adulta.

¿Quiénes serán los padres de esos chicos? Están ahí, los dos solos y se les nota en la mirada. Jimena ayuda a Elián cuando intenta decir su edad. Lo protege en medio de esa precariedad, algo que tal vez sus padres hagan, pero no muy bien.

Las personas pasan y los miran de reojo como a tantos chicos que trabajan en la ciudad, para después seguir caminando, igual, como cualquier domingo de Ramos. Como todos los días.


Para datos y estadísticas de trabajo infantil: Ministerio de Trabajo.